Hacía mucho que dejaron de trillar. Habían colgado sus
elementos para trabajar y, por supuesto, mantener el oficio familiar. Ninguno
tuvo heredero, pues la carga horaria lo impedía, tampoco pareja y menos hijos
ni nietos, de sobrinos ellos no sabían. Huellas no dejaron para seguir con el trabalenguas.
Nadie escuchó nada y creo que es la razón del por qué sigue su trabalenguas con vida. Sin embargo, yo lo escuché todo. Hace algún tiempo se llevaron a los tres tristes
tigres, no muy lejos, con sillas de ruedas y bastones, pues se veían muy ancianos. Ahora guardan reposo y su correspondencia es llevada a un asilo, esta vez (ellos dicen) ser felices de descansar un ratito comiendo hojuelas de un simpático amiguito.
Inger Ompa Lompa
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