sábado, 15 de septiembre de 2012

El tomate observa la sustancia con la que siempre ha sido amenazado si se porta mal.
Ahí, en el último piso de la despensa, la mira con terror. Su color, su forma, esas letras retorcidas, ese olorcito a ajo y orégano que le recuerda el tomicidio de las pizzas.
Tiembla, y aunque sabe que es un frasco inmóvil, siente que tiene vida.
Sí, vida de tomates malos que al ser declarados culpables deben cumplir esa condena.}La luz esta apagada, pero aún así, su color rojo tomagroso resalta desde el umbral de la puerta.




Mimii Panconqueso.

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